PALABRAS SABIAS.... !!!!




EL ÁRBOL CONFUNDIDO

Haa una vez, algún lugar que podrí­a ser cualquier lugar, y en un tiempo que podrí­a ser cualquier tiempo, un hermoso jardí­n, con manzanos, naranjos, perales y bellí­simos rosales, todos ellos felices y satisfechos.
Todo era alegrí­a en el jardí­n, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tení­a un problema: “No sabía quién era.”
Lo que le faltaba era concentración, le decí­a el manzano,si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. “¿Ves que fácil es?” No lo escuches, exigí­a el rosal. Es más sencillo tener rosas y “¿Ves que bellas son?” Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerí­an, y como no lograba ser como los demás, se sentí­a cada vez más frustrado.
Un dí­a llegó hasta el jardí­n el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchí­simos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución:
“No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas…Sé lo que Dios quiere que seas, y para lograrlo, escúchalo.”
Y dicho esto, el búho desapareció.
¿Lo que Dios quiere que sea…? Se preguntaba el árbol desesperado, cuándo de pronto, comprendió… Y cerrando los ojos y los oí­dos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar:
“Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje… Tienes una misión “Cúmplela”.
Y el árbol se sintió fuerte y seguro y se dispuso a ser todo aquello para lo cual habí­a sido creado. Así­, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos.
Y sólo entonces el jardí­n fue completamente feliz.

MARCANDO LA DIFERENCIA

Hace años un profesor de la Universidad John Hopkin asignó a un grupo de estudiantes graduandos la siguiente tarea: vayan a los tugurios. Tomen a 200 muchachos entre las edades de 12 y 16 e investiguen su trasfondo y ambiente. Luego predigan sus oportunidades para el futuro.
Los estudiantes, tras consultar las estadí­sticas sociales, hablar con los muchachos y compilar mucha data, concluyeron que el 90 % de ellos pasarí­an algún tiempo en prisión.
Veinticinco años después a otro grupo de estudiantes graduandos se le asignó la tarea de probar la predicción. Volvieron a la misma área. Algunos de los muchachos –para entonces hombres– todaví­a estaban allí­, unos pocos habí­an muerto, algunos se habí­an mudado, pero se pusieron en contacto con 180 del grupo original de 200. Descubrieron que solo cuatro del grupo habí­an sido enviados a la cárcel.
¿Por qué fue que estos hombres, que habí­an vivido en un criadero del crimen, habí­an tenido tan sorpresivamente buen comportamiento? A los investigadores se les dijo una y otra vez: “Bueno, habí­a una maestra…”
Ellos insistieron y descubrieron que en el 75 % de los casos se trataba de la misma mujer. Los investigadores visitaron a esta maestra que ahora residí­a en un hogar para maestros jubilados. ¿Cómo habí­a logrado ejercer tan sorprendente influencia sobre ese grupo de muchachos? ¿Podrí­a ella darles alguna razón por la que estos muchachos todaví­a la recordasen?
“No”, dijo ella, “realmente no podrí­a” Y entonces, meditando sobre todos esos años, dijo graciosamente, más para sí­ misma que para sus interrogadores: “Amé a esos muchachos…”
Un gesto, una palabra, un toque, un abrazo o simplemente mirar a los ojos alguien mientras habla, puede marcar la diferencia. Tú has sido puesto en este mundo para hacer la diferencia.



EL SULTÁN

Un Sultán soñó que habí­a perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño.
- ¡Qué desgracia mi señor! – exclamó el Sabio – Cada diente caí­do representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad.
- ¡Qué insolencia! – gritó el Sultán enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí­!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.
Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que habí­a soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
- ¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.
Cuando éste salí­a del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
- ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.
- Recuerda bien amigo mí­o – respondió el segundo Sabio – que todo depende de la forma en el decir las cosas… uno de los grandes desafí­os de la humanidad es aprender a comunicarse.
- De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas.
- La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado



CLAVOS EN LA CERCA
Había una vez un niño que tenía muy mal caracter.   
Su padre le dió una bolsa con clavos y le dijo que cada vez 
que perdiera la paciencia, 
debía clavar un clavo 
en la cerca.  El primer dia 
el niño había clavado 37 clavos en esa cerca.  
Al paso de las siguientes semanas, mientras aprendía a controlarse, el numero de clavos puestos en la cerca empezó a aminorar.  El niño descubrió que era mas fácil controlar su temperamento que estar poniendo clavos en la cerca.
Finalmente llegó el dia cuando el niño por completo ya no perdió el control.   Vino y se lo dijo a su Padre y el padre indicó al niño que ahora sacara un clavo por cada dia que habia podido contener su enojo.
Los dias pasaron y el niño pudo al fin terminar y fué y dijo a su padre que ya todos los clavos habian sido sacados.
El Padre tomó al niño de la mano y lo llevó junto a la cerca y le dijo: Lo has hecho muy bien, hijo mio, pero mira todos esos hoyos en la cerca.  La cerca ya nunca será la misma. 
Cuando ofendes de palabra en enojo, esas palabras dejan una cicatriz como estos hoyos.  Puedes enterrar un cuchillo en un hombre y sacarlo,   pero no importa cuantas veces digas que lo lamentas,  la herida va a permanecer alli,  Una herida verbal afecta tanto como una fisica.  
Recuerda que los amigos son en verdad joyas raras y dificiles de encontrar, Te hacen sonreir y te alientan a triunfar.  Te escuchan, Alaban todo lo que haces, y siempre tienen su corazon abierto para ti.